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martes, 14 de diciembre de 2021

La formación de docentes en la pedagogía de Paulo Freire - Experiencias en la Ciudad de La Rioja

Por Adriana Irene Ferraris [i]

Entrando a un aula de dimensiones estrechas me encuentro con todos los y las estudiantes futuros y futuras docentes sentados mirando al frente en filas de dos, bastantes amontonados. Diría mejor que muy amontonados, dejando siempre un amplio espacio en el frente.

― ¿Por qué me dejan tanto espacio adelante para mí sola?, era la pregunta con la que por lo general iniciaba todas mis primeras clases al verles tan compactados, mientras yo contaba con un amplio espacio al frente.

Cualquier persona que fue a la escuela alguna vez (y por suerte en nuestro país todo el mundo lo hizo) toma esa situación como algo totalmente natural. Es más, casi no repara en esa distribución del mobiliario en el espacio y si estuviesen ordenados los bancos de otra manera seguramente pensaría que están desacomodados, alterados, en fin “un desorden esta aula(¡y por lo tanto también esta escuela! ¡¡Ohhh!!)

En cambio, desde la perspectiva de Paulo Freire, ese “orden” esperado responde a una concepción bancaria de la educación. El maestro o la maestra es el poseedor del saber y debe traspasárselo a los y las estudiantes, que deben prestar atención a todo lo que dice, y así acceder al “verdadero” conocimiento. Indudablemente nuestra forma de enseñar tiene sus raíces en la educación normalista y positivista.

A diferencia de esto, en la educación humanista de Paulo Freire las aulas se convierten en espacios de participación activa de estudiantes. Lo primero que planteamos entonces son formas de trabajar conociéndonos como personas, considerando que todas y todos tenemos diferentes experiencias de vida y, por lo tanto, diferentes saberes. Que es en el intercambio de esos saberes, en la reflexión crítica sobre ellos, como construiremos conjuntamente mejores saberes. Así, por medio de la implementación de formas de trabajo participativo, la interacción, la deliberación, el debate y la creatividad de todos, se van construyendo participativamente los conocimientos.


En nuestras escuelas de educación formal hay bastante resistencia a la implementación de estas formas de trabajo. En muchos espacios no formales de educación, estas formas no son tan mal vistas. Jugar para conocerse más, aprender haciendo dramatizaciones de las situaciones, aplicando metodologías que permitan el trabajo individual, en pequeños grupos, en paneles, en asambleas deliberativas, no es una forma que la escuela acepte demasiado.


Cuando al comienzo de mis clases les hacía romper filas, cuando les proponía hacer una ronda o trabajar con un grupo con el que no estaban acostumbrados a trabajar, de los que no eran muy “amigos” (capaz que simplemente porque no se habían sentado cerca nunca o porque no se tenían mucha confianza), siempre había una gran resistencia a hacerlo. Después, con el avance de las clases ellos y ellas mismas me pedían “una dinámica profe”, o “¿qué dinámica vamos a hacer hoy?”, me preguntaban.

Sí, la implementación de metodologías participativas en la educación formal ha tenido mucha resistencia en la historia de la educación latinoamericana. La escuela se constituye en un lugar cerrado, disciplinante, de control. Son concepciones muy opuestas de la vida, la humanidad, la razón de ser de las personas.


Partiendo de la base de la necesidad de brindar experiencias que permitan acercar a los y las estudiantes a una continua reflexión sobre su propia realidad y la de su comunidad, de encontrar el sentido de la educación en relación a su propio contexto social, mis clases se basan en la pedagogía popular de Paulo Freire.

La idea central, siguiendo sus postulados, es construir herramientas que permitan que se vivencie una experiencia educativa diferente, que prepare para ejercer una ciudadanía crítica, activa, responsable y con personas creativas y participativas.

Sintetizando lo principal podríamos decir que esta concepción freiriana, busca una educación que:

*      Nos ayude a ser más humanos, y por lo tanto a buscar en forma permanente la libertad y la expresión. Lo que Freire llamó una “educación humanística y liberadora”.

*      Que por lo tanto estimule la creatividad, la participación y la reflexión.

*      Que ayude a comprender el mundo, desmitificando constantemente la realidad para que los y las estudiantes puedan seguir recreándola, transformándola…

*      Una educación que refuerce nuestras acciones sobre el mundo, que nos reconozca como seres inacabados en proceso permanente.

*      Una educación donde el diálogo sea el eje principal de los aprendizajes y las relaciones son tanto con docentes como con pares multilaterales.

*      Una educación “revolucionaria” que apueste a los cambios que creamos que son necesarios realizar. Que no excluya, a nadie, sino que incluya a todos y todas para que seamos verdaderamente humanos.


En una educación basada desde esta perspectiva, el hecho que los y las estudiantes sean docentes en formación, apunta a que las experiencias vividas en el trayecto formativo constituyan en sí mismas, una experiencia formadora, que podrán ser desarrolladas en las prácticas educativas e instituciones donde se desempeñen en el futuro.

Esa educación, es lo que Paulo Freire llamó educación “problematizadora”, y es en la que los estudiantes puedan ir desarrollando todos sus potenciales, junto a los otros, no de los otros.


La formación y la capacitación de docentes en ejercicio puede ser humanista y liberadora, puede contribuir a la construcción colectiva del saber y un proyecto de vida propio y autónomo. Hay experiencias que comprueban que esto no solo es posible, sino que es necesario que las realicemos permanentemente. En la certeza que la construcción de un mundo más habitable y más humano es posible, y que la escuela es el espacio público por excelencia para lograrlo.



[i] Profesora de Educación Primaria, Lic en Educación y en Trabajo Social, Especialista en Pedagogía de la Formación, docente jubilada del ISFD Dr. Pedro Ignacio de Castro Barros de la Ciudad de La Rioja.


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