Homenaje
A Emilia Ferreiro. Presente
Por María Angélica Möller
Emilia cambió la vida de muchas personas. La de quienes fuimos sus discípulos pero, mucho más allá, la de tantos maestros a quienes ella reivindicó como profesionales responsables y dignos de sostener un trabajo intelectual tan profundo como el de sus alumnos. También la de psicopedagogos, pedagogos, psicólogos y cuanto profesional se preocupara por la educación y el trabajo con la lengua escrita, quienes, polemizando o no, siempre estuvieron abiertos a la novedad.
El 26 de agosto pasado fallecía en la ciudad de México la doctora Emilia Ferreiro, “argenmex”, exiliada en dos ocasiones (1966 y 1976) entre tantos otros científicos que nuestro país perdió para el desarrollo de la ciencia y la cultura. Su marido, el doctor Rolando García, había sido protagonista de “la noche de los bastones largos” (29.07.1966) siendo el primero en recibir el bastonazo en la frente durante el desalojo de la facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires (UBA), de la que era decano, imagen que recorrió el mundo y fue recuperada en la película “La República perdida” (1983).
En aquel primer exilio Emilia trabajó y se doctoró con Jean Piaget, maestro al que siempre recordó con cariño. La creatividad, el rigor investigativo y las posibilidades que abrían la Epistemología y la Psicología Genéticas en desarrollo la marcaron para siempre, en especial la verificación de que “un chico es un sujeto que trata de entender el mundo, que elabora hipótesis originales”… que “recibe las informaciones a su manera, porque depende de sus esquemas de interpretación”.
En su retorno al país a principios de los 70 se preocupó por comprender las razones del fracaso escolar inicial, situación endémica en nuestro continente vinculada a la enorme desigualdad social, “quería trabajar en y para América Latina”. Encontró que la deserción en primer ciclo de primaria se producía masivamente por el fracaso en el aprendizaje de la lectura y la escritura, y hacia allí dirigió sus investigaciones. Se formuló “nuevas preguntas pasibles de ser investigadas empíricamente”; recordamos una de las primeras “¿cómo es un repitente de primer grado antes de ser un repitente de primer grado?”. Inventó situaciones para saber qué piensan los chicos sobre la escritura, demostrando “que piensan, que su pensamiento es pertinente, que puede ser tomado en cuenta” y que “la alfabetización empieza mucho antes que tengan una maestra delante”.
Su segundo exilio la condujo a México, país al que siempre estuvo agradecida:
“…pude estudiar a poblaciones de esas que sin una escuela que funcione bien no se van a alfabetizar nunca, poblaciones rurales apartadas, y tratar de entender bien cómo se realiza el proceso de incorporación a la cultura escrita en condiciones de poco contacto con la cultura escrita.”
A lo largo de cinco décadas de investigación sostenida, nos enseñó que hablar la lengua es diferente de pensar la lengua, algo que la escritura permite: “Las evidencias muestran que esta conversión de la lengua de objeto de comunicación en objeto de reflexión es muy difícil, no se resuelve en un año y puede seguir en la vida adulta. Involucra un buen número de problemas conceptuales que muchas veces no preocupan a los investigadores, pero sí a los chicos.” Sus resultados nos impactaron fuertemente a quienes alfabetizábamos en el aula y fuera de ella, en cuanto empezamos a comprender un proceso que antes nos resultaba inexplicable. Estos nuevos conocimientos se difundieron más rápido de lo que ella misma esperaba en el ámbito educativo de los países a los que quería aportar, y tuvieron importantes consecuencias: despatologizaron un campo hasta entonces sembrado de problemas y dieron origen a una línea de investigación didáctica de la lengua escrita que está en pleno desarrollo.
Investigadora Emérita del Sistema Nacional de Investigadores de México, miembro de la Academia Mexicana de las Ciencias, recibió doctorados Honoris Causa en universidades nacionales de Argentina, Brasil y Grecia, además de distinciones de instituciones internacionales como la International Reading Association y la Guggenheim Foundation. La Universidad Nacional de Córdoba (UNC) le otorgó el Doctorado Honoris Causa en el año 1999, ocasión en que brindó la conferencia “A 20 años de Los sistemas de escritura en el desarrollo del niño. Investigaciones y perspectivas” con Ana Teberosky, coautora de aquel primer libro. En años posteriores compartimos una teleconferencia desde la UNC con la UBA y la UNR, “La diversidad en la escuela; la escuela frente a la diversidad” (2000). Nos visitó luego en otras dos oportunidades, llenando el salón de actos del Pabellón Argentina en cada conferencia: “El aprendizaje sin sujeto y el sujeto del aprendizaje” (2003) y “Las relaciones oralidad – escritura” (2008).
Investigadora con un enorme compromiso social y en permanente actualización, recordamos que fue pionera en estudiar los problemas que trajo el ingreso de las nuevas tecnologías, a las que consideraba “por lo demás apasionantes, ya instaladas y notablemente enriquecedoras de las posibilidades de la escritura”. En la conferencia de 2003, insistió en que la escuela “no puede pensar contra ellas sino qué hacer con ellas”. Indicó que merece analizarse el “paquete discursivo” que las rodea, y que hay que diferenciarlo de las tecnologías mismas; destacó que hay aspectos de tal discurso que tienen que ver con las “pedagogías sin sujeto”, según cómo se conciban los conceptos de información y de conocimiento, a los que diferenció. Enseñó que “si bien las palabras no crean la realidad, constituyen sus representaciones internas”, y concluyó reflexionando acerca del conocimiento científico, “el que busca la inteligibilidad y crea sistemas comprensivos que llamamos teorías, el que exige demostración, contrastes y discusión, que aporta pruebas de la validez de sus afirmaciones, que se formula constantemente preguntas al identificar huecos en la inteligibilidad”. Ese conocimiento que ella contribuyó a desarrollar.
Defensora incansable de la educación pública, donó a la UNC la colección LEA (Leer, Escribir, Aprender) que dirigió en Editorial Gedisa, con la que pudimos acceder a autores que fundamentaron una nueva visión de la alfabetización y de la cultura escrita: “Esa historia se ha escrito recientemente, de modo que ese relato evolutivo y lineal (…) ya no corresponde a lo que hoy sabemos. Se está escribiendo otra historia, absolutamente apasionante, que es la de las prácticas sociales vinculadas con los usos de la escritura, la de los soportes sobre los cuales se escribió y de los instrumentos que sirvieron para escribirla, además de la historia de las marcas en cuanto tales.” Con esos fundamentos reconceptualizó la escritura, situándola como un objeto cultural, social e histórico, objeto de la actividad cognoscitiva de los chicos que la enfrentan como sujetos activos ejerciendo su plena actividad intelectual. Consideraba que para comprender el proceso de apropiación de la escritura es preciso comprender las propiedades del tal objeto cultural.
Se preocupó por dar acceso abierto a su obra. Buena parte de la misma puede ser consultada en la plataforma virtual de la Cátedra Internacional de Estudios Interdisciplinarios en Alfabetización Doctora Emilia Ferreiro, alojada por la Universidad Nacional de Rosario.
Con la responsabilidad infinita de los grandes científicos, casi hasta el final nos hizo recomendaciones y sugerencias. Enorme maestra de investigación, viendo siempre más allá, generaba hipótesis brillantes, que luego trataba con rigurosidad. Detallista hasta el cansancio en el tratamiento de los datos. Ninguna tesis se cerraba, era un paso más, que abría a nuevas preguntas. Nos enseñó a trabajar en líneas de programas, avanzando con coherencia sobre lo ya conocido pero “moviendo las fronteras del conocimiento”. Fue maestra del pensamiento crítico y comprometido. Con su pasión y sus exigencias nos hermanó y hoy nos sostiene el deseo de seguir pensando juntas y juntos. Creó una comunidad, la Red Latinoamericana de Alfabetización, que irradió sus aportes y posicionamientos y que ha dado lugar a una red de homenajes en distintos países. Era una de las y los imprescindibles que una cree que nunca van a morir porque los necesitamos para alumbrar el camino. Y algo así ocurre: aquí estás Emilia, presente, nos queda un enorme legado que nos comprometemos a continuar.
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